sábado, 2 de marzo de 2013

urgencias pastorales para el nuevo pontífice


UNA DE LAS MAS URGENTES TAREAS PARA EL NUEVO PONTÍFICE
miguel matos s.j
         Hablar de una  tarea es decir muy, pero muy poco, pero hay situaciones que no resisten más postergaciones y  que pueden desencadenar dinámicas que impacten positivamente en otras urgencias.
         La tarea urgente a la que me refiero  es la actitud eclesial oficial hacia los divorciados(as) vueltos a casar.
         La cuasi satanización que sufren hoy las personas que por cualquier circunstancia se han divorciado y han establecido una nueva pareja, el calificativo más benévolo con el que podemos describirlo, es el de injusta y anticristiana exclusión.
         Si la posibilidad del divorcio pudiéramos considerarla como una eventualidad excepcional, tendríamos también la obligación de asumir sus consecuencias concretas con criterios que no fueran contradictorias con el evangelio de Jesús. Pero lo que agrava la situación es el incremento desorbitante del número de divorcios a nivel mundial.
El recurso al proceso de “anulación” del matrimonio anterior es prácticamente poco menos que desaconsejable como solución por muchas razones. Conozco personas que han invertido inútilmente casi treinta años en este trámite que , por otra parte, ni siquiera es algo que las mayorías cristianas conocen de su existencia y menos aún las incidencias del proceso.
         Resultan inauditas las historias de los divorciados vueltos a casar en sus encuentros con muchos sacerdotes que materialmente se ensañan contra ellos humillándolos de mil maneras haciéndolos sentir poco menos que reos de condenación eterna. Son tan corrientes  las actitudes agresivas de muchos sacerdotes que parecen ser  actitudes motivadas por una especie de venganza contra esos seres humanos por haber “incurrido” en algo que está vedado para el sacerdote como es la experiencia de pareja.
         Esta situación de exclusión de la vida sacramental  algunas veces llega incluso a convertirse en una incapacidad para inscribir a sus hijos en colegios católicos.
         Para muchos católicos, su pertenencia a la Iglesia termina en el momento en el que se sienten con derecho a ser fieles a una vocación a la vida de pareja que no se extingue por el hecho de  haber  tenido que terminar  con el primer vínculo matrimonial.  Allí empieza un calvario plagado de grandes y pequeñas frustraciones.
         Esto es a todas luces insostenible por más tiempo y yo tengo la impresión que más temprano que tarde la Iglesia Católica pedirá perdón a los divorciados vueltos a casar por la forma tan poco cristiana como ha descalificado realidades familiares absolutamente serias, dignas, maduramente cristianas que son obligadas absurdamente a alejarse de la comunidad a la que pertenecieron hasta que sintieron que la vida los llevaba a ser fieles a unos sentimientos tan contundentemente humanos como son el amor y el deseo de llevar una vida familiar.
         Una elemental familiaridad con el Evangelio de Jesús, con el comportamiento de Jesús, pone en evidencia la contradicción de estas y otras satanizaciones, que fueron absolutamente extrañas al perfil de nuestro fundador.       
         En este problema las bases de la Iglesia Católica deben ejercer una sana presión que por lo menos sirva para evitar comportamientos agresivos del estamento clerical.
         Terminamos pidiéndole a nuestro Dios su intercesión para que se priorice para la selección del próximo Pontífice el criterio que divinizó Jesús: “Apacienta mis corderos”…“Apacienta mis ovejas” Juan 21,15
¿ Suena como a un lenguaje diferente a lo que venimos comentando, verdad ?
MIGUEL MATOS S.J

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