UNA
DE LAS MAS URGENTES TAREAS PARA EL NUEVO PONTÍFICE
miguel
matos s.j
Hablar de una tarea es decir muy, pero muy poco, pero hay
situaciones que no resisten más postergaciones y que pueden desencadenar dinámicas que
impacten positivamente en otras urgencias.
La tarea urgente a la que me refiero es la actitud eclesial oficial hacia los divorciados(as)
vueltos a casar.
La
cuasi satanización que sufren hoy las personas que por cualquier circunstancia
se han divorciado y han establecido una nueva pareja, el calificativo más
benévolo con el que podemos describirlo, es el de injusta y anticristiana exclusión.
Si la posibilidad del divorcio pudiéramos
considerarla como una eventualidad excepcional, tendríamos también la obligación
de asumir sus consecuencias concretas con criterios que no fueran
contradictorias con el evangelio de Jesús. Pero lo que agrava la situación es
el incremento desorbitante del número de divorcios a nivel mundial.
El recurso al proceso de “anulación” del
matrimonio anterior es prácticamente poco menos que desaconsejable como
solución por muchas razones. Conozco personas que han invertido inútilmente casi
treinta años en este trámite que , por otra parte, ni siquiera es algo que las
mayorías cristianas conocen de su existencia y menos aún las incidencias del
proceso.
Resultan inauditas las historias de los
divorciados vueltos a casar en sus encuentros con muchos sacerdotes que
materialmente se ensañan contra ellos humillándolos de mil maneras haciéndolos
sentir poco menos que reos de condenación eterna. Son tan corrientes las actitudes agresivas de muchos sacerdotes que
parecen ser actitudes motivadas por una
especie de venganza contra esos seres humanos por haber “incurrido” en algo que
está vedado para el sacerdote como es la experiencia de pareja.
Esta situación de exclusión de la vida
sacramental algunas veces llega incluso
a convertirse en una incapacidad para inscribir a sus hijos en colegios
católicos.
Para muchos católicos, su pertenencia a
la Iglesia termina en el momento en el que se sienten con derecho a ser fieles
a una vocación a la vida de pareja que no se extingue por el hecho de haber
tenido que terminar con el primer
vínculo matrimonial. Allí empieza un
calvario plagado de grandes y pequeñas frustraciones.
Esto es a todas luces insostenible por
más tiempo y yo tengo la impresión que más temprano que tarde la Iglesia
Católica pedirá perdón a los divorciados vueltos a casar por la forma tan poco
cristiana como ha descalificado realidades familiares absolutamente serias,
dignas, maduramente cristianas que son obligadas absurdamente a alejarse de la
comunidad a la que pertenecieron hasta que sintieron que la vida los llevaba a
ser fieles a unos sentimientos tan contundentemente humanos como son el amor y
el deseo de llevar una vida familiar.
Una elemental familiaridad con el
Evangelio de Jesús, con el comportamiento de Jesús, pone en evidencia la
contradicción de estas y otras satanizaciones, que fueron absolutamente
extrañas al perfil de nuestro fundador.
En este problema las bases de la
Iglesia Católica deben ejercer una sana presión que por lo menos sirva para
evitar comportamientos agresivos del estamento clerical.
Terminamos pidiéndole a nuestro Dios su
intercesión para que se priorice para la selección del próximo Pontífice el
criterio que divinizó Jesús: “Apacienta mis corderos”…“Apacienta mis ovejas”
Juan 21,15
¿
Suena como a un lenguaje diferente a lo que venimos comentando, verdad ?
MIGUEL
MATOS S.J